Los dolores del opio
• “1- A medida que aumentaba la disposición creativa del ojo parecía surgir cierta simpatía entre los estados de sueño y vigilia del
cerebro, en el sentido que, por lo general, todo lo que yo invocaba y dibujaba en la oscuridad mediante un acto de voluntad se transfería a mis sueños; hasta tal punto que temía ejercer esta facultad, pues, así como los objetos que Midas tranformaba en oro burlaban sus esperanzas y defraudaban sus deseos humanos, bastaba que
imaginase en la oscuridad las cosas que pueden representarse
visualmente para que asumieran al instante la forma de fantasmas del ojo y, por un proceso al parecer no menos inevitable, una vez trazadas las imágenes en colores pálidos y visionarios, como
escrituras en tinta simpática, la química feroz de mis sueños las reavivaba hasta darles un esplendor intolerable que me oprimía el corazón.”
Los dolores del opio
• “2-Este y todos los demás cambios ocurridos en mis sueños vinieron acompañados de una honda ansiedad y una amarga melancolía que es enteramente imposible comunicar con
palabras. Cada noche sentía que bajaba, no
metafóricamente, sino que en realidad bajaba a grietas y simas tenebrosas, abismos en los
abismos, sin ninguna esperanza de reascender.
Y al despertarme no me parecía que hubiese reascendido.”
Los dolores del opio
• “3-El sentido del espacio y, al final, el sentido del tiempo, quedaron ambos gravemente afectados. Los edificios, los paisajes, etc., se mostraban en proporciones más vastas de las que perciben los ojos mortales. El espacio se hinchaba y expandía hasta alcanzar el infinito indecible. Sin embargo, esto ne me inquieta tanto como la gran expansión del tiempo; a veces tenía la impresión de haber vivido 70 ó 100 años en una noche; más aún, sentía que durante ese lapso había transcurrido todo un milenio o, por lo menos, una duración muy superior a los límites de cualquier experiencia humana.”
Los dolores del opio
• “4. Volvían a mí los más nimios incidentes de la infancia o escenas olvidadas de otros años;
no puede decirse que los recordara, ya que si alguien me hubiese hablado de ellos estando yo despierto no habría podido darme cuenta de que formaban parte de mi experiencia.”
Los dolores del opio
• Al menos me siento seguro de esto, la mente no es capaz de nada que se parezca al olvido; mil accidentes interponen un velo entre nuestra conciencia y las inscripciones secretas de la
mente, pero otros accidentes de la misma clase lo desgarran y, velada o no, la inscripción perdura
para siempre, tal las estrellas que parecen
retirarse ante la luz común del día aunque en
verdad, como todos sabemos, la luz haya corrido su velo sobre ellas, que volverán a mostrarse
cuando otra vez se descorra la luz oscurecedora del día.